domingo, 6 de septiembre de 2015

Déjame que te escriba algo


Déjame hacerlo.
Deja que te llene de palabras que quizá nunca te han dicho. O quizá sí. Porque, ¿cómo no te van a decir cosas hermosas con una belleza tan excelsa y suprema?
Deja que te siga inundando con letras que dicen más de lo que lees. Sin querer y sin saber. Queriendo y sabiendo. Deja que tu alma vuele libre entre estas líneas.
Y es que el lenguaje está para algo. Por algo se nos desarrolló, miles de años atrás. Por algo dimos forma a los sentimientos en forma de letras que, juntas, crean sensaciones.
Déjame que te escriba algo cuando, en las noches más oscuras, sientas que estás en soledad. Cuando tu más profundo y siniestro mal estar no te deje vivir en paz. Y deja que lo haga cuando un impulso incontrolable me lleve a ello.
Deja que te escriba. Que lo haga con pasión, locura y misterio. Cuando no haya más mundo que el poco espacio que nos separe.
Y también, ¿por qué no? Deja que te escriba algo cuando cada segundo que pase estando alejados, sea para sufrir. Para sentirnos solos y desamparados, con una parte de nosotros que ha sido arrebatada.

domingo, 26 de julio de 2015

El enviado de la muerte


—¿Quién eres tú?
Végano.
—¿Qué haces aquí?
He venido a matarte.
—¿A mí?
Sí, a ti.
—¿Por qué?
No lo sé, sólo sé que debo terminar con tu vida.
—¿Quién te manda?
No es asunto tuyo.
Sí, sí lo es. Se trata de mi vida y mi muerte.
Me envía la muerte en sí.
—¿Esa de la guadaña?
Sí, esa misma.
—¿Y por qué no ha venido ella?

domingo, 19 de abril de 2015

Correctivo


Cuando pienso en ti sé que no puedo ver más allá porque la vida no tiene sentido.
Cuando yo pienso en ti, sé que nunca pude imaginar una vida así, llena de misterio e incertidumbre.
—¿Y qué hace que pienses en mí de ese modo?
—¿Y tú en mí?
Supongo que no lo sé.
Supongo algo parecido.
—¿Y qué pasaría si todo lo que te digo es mentira?
Que serías un mentiroso y nunca más volvería a pensar en ti del modo en que lo hago.
Es mentira.
Cuando pienso en ti veo a una persona egoísta y traicionera.
No es para tanto, es mentira que era mentira.
Al mentir sobre que era mentira te conviertes en mentiroso, ¿no?
Me temo que sí. Pero, ¿y si en vez de mentira fuese una simple broma?
Eso te convertiría en bromista, pero no mentiroso, lo cual ya eres.

martes, 24 de marzo de 2015

Un día



Un día de lluvia; incesantes gotas de vida que descienden de los cielos. Torrentes sin control que pasean por las aceras de la ciudad. Un pajarillo posa su pico en un charco formado como una bendición para sus cansadas alas. Caminantes sin rumbo, cobijados en artilugios con varillas endebles que poco pueden hacer ante el fuerte viento más que doblarse y romperse. Un día de lluvia en que te conocí, parada en el semáforo, con un libro de extraño título entre tus manos; unas manos húmedas y frías como las gotas que resbalan por tu mejilla. Aquel día entendí tu dolor, vi sin saber que venías de algún lugar que no te había abierto la esperanza sino que había resquebrajado tu ser. La lluvia te empapaba pero no sentías nada, sólo aquel pájaro que bebía en el charco fue capaz de llamar tu ausente atención. El pájaro y mis palabras, claro. Unas palabras medidas sin saber por qué ni cómo. Sin saber el fin de éstas, ni siquiera si iban a hacer mella en tu tristeza desmedida. Y qué tristeza la tuya cuando me miraste por primera vez, con esos ojos color claro de grandes iris, rasgados cual felina inquieta. Qué tristeza la que mostró tu rostro al posar esos ojos sobre los míos. Pero mis palabras tuvieron el efecto que nunca esperé y sin embargo en todo momento deseé. Fuiste tú la que, en aquel día de lluvia, me enseñó a ser mejor persona. Me enseñaste que no todo está perdido cuando uno cree que lo ha perdido todo. Me enseñaste tantas cosas que aun, a día de hoy, todavía no encuentro una explicación elocuente y concluyente de por qué decidiste sonreír cuando te dediqué mis primeras palabras. El pájaro voló tan pronto tu sonrisa iluminó el cielo gris de aquel día. Pero la lluvia no cesó, el viento no amainó y el semáforo se puso en verde tratando de conspirar contra mí y mi intento de desear la alegría a una desconocida que está triste; una desconocida que lleva un libro de seres extraños en mundos ficticios. Una extraña que se convirtió en alguien que no es posible olvidar con el paso de los años. Y el destino quiso que te fueras y no volvieras a proponerme un café en el bar de la esquina. No lo olvido, no consigo quitármelo de la cabeza. Pero ese mismo destino que un día nos juntó para poco después separarnos, nos ha vuelto a juntar en un día sin lluvia, brillante, de luz incisiva y sol radiante. De pájaros cantantes y fuentes refrescantes. En este parque donde suelo leer las novelas que aprendí de ti; novelas de ciencia ficción en un mundo sin freno ni desenlace. Has tocado mi hombro por detrás y he sabido que eras tú antes de girarme. He notado tu aroma, aquel que detuvo el tiempo en el semáforo y jamás he podido olvidar. Y sin palabras me pones aquel café que nunca tomamos en la mano y te sientas a mi lado. Mujer de ojos tristes que hoy brillan alegres y sin cargas. Entonces me recuerdas las palabras que te hicieron sonreír cuando tu padre acababa de ser enterrado.

martes, 22 de julio de 2014

El dolor de la libertad

Sentía un tremendo dolor en sus costados. No tenía idea de por qué, sólo sabía que le dolía. Durante su infancia le habían dicho que ese momento llegaría, que en algún momento lo notaría. Aun así, era tremendo dolor el que sentía. Estaba dentro del agua y anhelaba salir; demasiado tiempo dentro; demasiado tiempo queriendo salir. Pero el dolor era intenso, paralizante, de una espesura tal, que apenas lograba mover ni una sola parte de su cuerpo.


    Días después el dolor cesó y el renacuajo al fin pudo salir del agua convertido en una fabulosa rana saltarina.




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José Lorente.

lunes, 14 de julio de 2014

Silencio a voces

¿Y qué hacer cuando la vida te sorprende con una tragedia, que bien podría ser un punto de inflexión en la misma? ¿Nada? ¿Algo? ¿Mucho? Pues todo…


    Dormía y lo hacía bien, descansando lo suficiente cada día, acompañado de su amiga, confidente, leal, fiel y esposa, Inmaculada. Ella era una delicia de mujer, una madre perfecta, la que siempre soñó Joel que tendría. Su vida no podía ser más perfecta hasta que una mañana, Inmaculada no despertó. Joel la zarandeó varias veces impotente al ver que su querida mujer no abría los ojos como cada mañana para regalarle esa sonrisa que consiguió enamorarle. La tragedia fue terrible, esa dama de apenas treinta años, había abandonado la vida con una muerte súbita todavía inexplicable, dejando tras de ella a dos hijos y un marido desconsolados, hundidos, muertos en vida. Pero la cosa no acabó ahí, una semana después, el hijo mayor, Roberto, tampoco despertó, tuvo una muerte idéntica a Inmaculada. Los médicos se rompieron los sesos en investigaciones infructuosas que no llevaron a ninguna parte. Joel estaba hundido, las pastillas antidepresivas habían pasado a ser su alimento más común, sólo le quedaba Mario, el niño de cuatro años, al que se aferraba intentando sacar una luz, en una mirada apagada, triste, endeble.


    Una semana después, Mario tampoco despertó, las mismas circunstancias, la misma historia repetida por tres veces ante los ojos de un hombre, que ya pensaba más en quitarse la vida que en otra cosa. Pero por otro lado, un confuso instinto le decía que no tenía que ser débil, que tenía que seguir adelante, y lo intentó, no quitándose la vida.


    Una semana más tarde, Joel se acostó, buscando esas horas de descanso que se habían convertido en un calvario de camas vacías, de silencios inquietantes, de soledad traumatizante. Al dormirse tuvo un sueño; se vio inmerso en un acantilado, aferrado a la pared del mismo, a medio camino entre el fondo y la cima, sin cuerdas ni arneses, sólo sus manos y sus pies para salir de allí. Sólo tenía dos opciones, tratar de escalar o dejarse caer. Miró hacia arriba y pudo ver a su mujer y sus hijos animándole a que subiera; le estaban esperando. Joel sacó fuerzas de lo más profundo y escaló, hiriéndose las manos, sin miedo a caer. Logró llegar a la cima, donde estaba su familia esperándole. Inmaculada se tiró sobre él, abrazándole como si fuera la última vez que lo hacía, Roberto y Mario se sumaron al abrazo. Los cuatro caminaron por el bosque que coronaba el precipicio, perdiéndose en la niebla de la mañana. Joel despertó, maldiciendo la vida, insultando a la existencia que le había arrebatado lo que más quería. La semana siguiente transcurrió fugaz, Joel apenas prestaba atención a nada, era como un espíritu que vagabundea entre la vida y la muerte. Las cosas que veía antes normales, parecían haber mutado, su percepción ante la vida se había trastocado de tal modo, que todo parecía un sueño. Los vecinos le miraban raro, en el trabajo no rendía, los coches parecían máquinas de otros

lunes, 7 de julio de 2014

¿Por qué?

—Hagamos el amor.


    —No.


    —¿Por qué?


    —Porque no.


    —Ese motivo carece de argumento.


    —Y tu propuesta carece de sentido común.


    —No.


    —¿Por qué?


    —Porque mi propuesta es aceptable.


    —Sí, pero no en mi caso.


    —¿Por qué?


    —Porque

jueves, 3 de julio de 2014

El sentido de la vida

La desesperación de alguien que acaba de quedar sin hogar; el brillo de unos ojos que dicen «hola» después de muchos meses; la pasión de quien pinta con los ojos cerrados; el llanto de un perro; la brisa en un callejón estrecho; tu mirada diciendo cosas que sólo pueden leer mis ojos; el canto de un pájaro al despertar; el sudor de un náufrago desértico al hallar un oasis; una niña que mira el mar; una persona que habla dormida; dos billetes de avión de sólo ida; la cáscara de un huevo que se quebranta por primera vez; el sueño de quien vive soñando; las alas de una gaviota rozando el mar; una estrella marina; dos niños que vuelven a casa cogidos de la mano; la alegría de quien ríe el último; tu vida; un número favorito; un libro esperado; una frase que se agolpa en tu recuerdo; las risas de un grupo de mujeres reunidas; yo; tú; él; ellos; y más; el café de media noche; el sonido de un saxofón solitario; el viento entre las copas de los árboles; un prado verde con cielo azul; un niño desnutrido y solo; una cabaña donde poder jugar; un desierto donde poder brillar; unas olas en las que poder nadar; un santuario en el que poder rezar. Vive, muere, vive… muere, y vive otra vez, y sigue viviendo. Cosas que nunca se olvidan, otras muchas que nunca recordarás; un texto perdido lleno de sentimiento; una sentimiento perdido en medio de un texto; unas palabras mágicas; un ancla que anclar; un dibujo que pintar; un suelo donde poder pisar; un salero que poder usar; miles de estrellas que poder contar; un solo camino que poder tomar. Una palabra que define este mundo; sentimiento, que te lleva a caminar con brio y brio es lo que al fin tiene tu caminar. Recuerda, no estás sólo si crees en amar.





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